Hoy se celebran elecciones presidenciales en Colombia. Los candidatos que llegan con mayores chances son Juan Manuel Santos, el "heredero de Álvaro Uribe" y ex ministro de Defensa durante la controvertida Operación Jaque -que dio un fuerte golpe a las FARC sin importar que eso implicara violar la soberanía territorial ecuatoriana- y el filósofo Antanas Mockus, ex alcalde de Bogotá que en el último tiempo ascendió notoriamente en las encuestas gracias a su imagen "renovadora" gracias a la fuerza de las redes sociales.

Sin embargo, la polarización que aparece mediáticamente no es tal. Ambos proponen mantener la doctrina de seguridad ante la guerrilla y rechazan el intercambio humanitario. Tampoco piensan diferente en cuanto a términos económicos.

Los sondeos afirman que si bien estos dos candidatos se posicionarán por encima de los otros siete, los 30 millones de colombianos habilitados para votar deberán volver a las urnas el próximo 20 de junio en una segunda vuelta. Los comicios serán escoltados por 350 mil efectivos militares y policiales.

Este video es un spot publicitario de Santos... Cualquier semejanza con este comercial (también made in Colombia) ¿es pura coincidencia?


Este informe fue redactado por Fernando Ríos para Visión Siete Internacional. Si hacen click acá podrán verlo.

Cuando en marzo de 2010 la Corte Constitucional de Colombia impidió al presidente Álvaro Uribe competir por un tercer mandato, su ex ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, sintió que tenía el camino allanado, como el más fiel representante del oficialismo.

Pero lo que no esperaba Santos, un hombre que proclama la acción por sobre el pensamiento, era que un filósofo y un partido casi inexistente estuviesen a punto de arruinarle la fiesta que ya preparaba por anticipado.

El crecimiento electoral de Antanas Mockus, el ex alcalde de Bogotá, determinó el  final de la siesta de Santos. Lo obligó a destituir a sus asesores, a cambiar de estrategia y hasta de colores electorales, suplantando el naranja de sus anuncios por el tricolor de la bandera nacional.

Este domingo, unos 30 millones de colombianos decidirán si los cambios de Santos o el empuje de Mockus alcanzarán los votos suficientes para convertir a uno de ellos en el nuevo presidente del país, y si se confirman los sondeos que dejan sin posibilidades a los otros siete candidatos.

Esas presunciones indican, sin embargo, que ninguno de ellos alcanzará el caudal necesario para consagrarse este domingo y que deberán dirimir supremacías en una segunda vuelta el próximo 20 de junio.

Se entiende que Mockus, de 58 años, filósofo y matemático y Santos, de 59, economista y ex ministro, no tienen tantas diferencias como para justificar la anunciada  polarización del electorado.

Ambos se han manifestado partidarios de mantener la política de mano dura frente a la guerrilla, prometen profundizar la estrategia de seguridad del gobierno saliente y rechazan la propuesta de “intercambio humanitario” de las FARC  para liberar a los rehenes que permanecen en la selva.

Tampoco en materia económica existen grandes divergencias, según detalló la revista “Dinero”, que comparó ambas plataformas. Estas posturas quedaron expuestas en el último debate televisivo que los enfrentó.

Santos, miembro de una de las familias más influyentes de Colombia, y graduado en la universidad de Kansas, se presenta por primera vez a un cargo de elección popular. Siendo ministro de Defensa de Uribe, alcanzó notoriedad como gestor de la controvertida Operación Jaque, que permitió en julio de 2008 la liberación de 15 secuestrados por las FARC, entre ellos Ingrid Betancourt.

También fue el cerebro de la criticada ofensiva contra las FARC en suelo ecuatoriano, en la que murió asesinado el jefe rebelde Raúl Reyes, y que originó la ruptura de relaciones entre los gobiernos de Uribe y Rafael Correa. De allí que se promueva como un hombre “que actúa en vez de filosofar”, en clara alusión a la profesión de su contendiente.

No obstante, ese perfil de “hombre de acción” también oculta uno de sus flancos débiles: su relación con las denuncias por los denominados“falsos positivos”, las ejecuciones de  civiles presentadas como enfrentamientos con elementos insurgentes parar exhibirlas como “logros” de un ejército necesitado de prestigio.

La Fiscalía General investiga unos 2.000 supuestos  homicidios en el país, y ya  identificó entre ellos casi mil casos de “falsos positivos”.

Su rival, el profesor Mockus, representa para muchos un nuevo fenómeno electoral. A pesar de haber reconocido que padece Parkinson, y de contar con respaldo político y económico escasos, Mockus subió en las preferencias gracias a una campaña basada en la movilización y en redes sociales como Facebook y Twitter. Así, y en sólo cuatro meses, consiguió disputarle el primer  lugar al poderío del oficialismo.

Sus detractores recuerdan que en 1993, siendo rector de la Universidad Nacional, se bajó los pantalones ante un auditorio que le impedía hablar. Debió renunciar, pero cinco años después fue electo alcalde de Bogotá, una ciudad de siete millones de habitantes.

Hoy se reconoce que su administración inició un proceso de transformación con una política de rediseño urbanístico, buen manejo del gasto público e insólitas campañas; como la de marzo de 2001, cuando en coincidencia con el Día Internacional de la Mujer propuso que los hombres se quedaran haciendo tareas domésticas y que ellas salieran a divertirse.

La medida fue “acatada” por miles de mujeres que bailaron, rieron y cantaron hasta la madrugada en las calles de Bogotá.

En este escenario, la disputa entre Mockus y Santos oscureció al resto de los candidatos. Como a la  conservadora Noemí Sanín, la única postulante mujer, a Germán Vargas Lleras, de Cambio Radical, Rafael Pardo , del Partido Liberal, y Gustavo Petro, del Polo Democrático Alternativo.

El próximo presidente colombiano deberá afrontar  las tareas que deja pendiente Uribe. La política en relación con la guerrilla, la continuidad o no del acuerdo con Estados Unidos para instalar bases en su territorio, el aislamiento de Latinoamérica y el avance del narcotráfico en el país.

Por lo pronto las FARC llamaron a la abstención popular. Para la guerrilla más antigua de América Latina, ninguno de los aspirantes  a la presidencia plantea, “los temas vitales que tienen a la nación en el profundo abismo de las desigualdades y el terror”.