Hoy por hoy, cualquiera del billón 604 millones de usuarios de internet en el mundo –según datos del The World Factbook, de la CIA- recurre a buscadores online para chequear información, buscar un hotel para pasar sus vacaciones, fotos de lugares que desea visitar, ilustraciones para sus relatos, la confirmación de algún dato para aportar a un trabajo o a una anécdota.

Varios despejan sus dudas en la enciclopedia colaborativa Wikipedia, otros escuchan música en forma gratuita y online, algunos se informan a través de blogs y no falta el que rescata algún video gracioso que circula por la web.

No es grave que eso suceda en la cotidianeidad de estudiantes u oficinistas, por citar algunos casos. Ahora bien ¿Cuáles son los límites que convierten esa práctica en algo repudiable?

¿Qué sucede cuando un juez toma información de Rincón del Vago para utilizar esa información en la sentencia que sobreseyó a seis militares en la causa por las explosiones ocurridas en la fábrica militar de Río Tercero y que dejaron siete muertos y centenares de heridos, en 1995?

Hoy en día, los telediarios guardan un espacio para la tecnología, ya sea para informar sobre productos o mostrar videos curiosos que circulan por internet. Utilizan Youtube para ilustrar situaciones a las que no pueden llegar y fomentan la participación de usuarios a través de Twitter, Facebook y blogs. En esos segmentos leen la opinión de los usuarios –muchas veces sin antes chequear la información- y, de esta forma, instalan temas de discusión, siempre encubiertos tras la silueta de un anónimo que participó por internet.

Obviamente, este acto siempre se realiza en nombre de la libertad de expresión de los televidentes y nunca permitirían que se interprete como una bajada de línea encubierta.

Resulta llamativo que, mientras se discuten las posibilidades que brindará la TV Digital a nivel de calidad y contenidos, cada vez sea más el espacio que se le brinda a los videos pixelados con sonido saturado que se levanta de internet sin ningún compromiso periodístico.

¿Se trata esto de holgazanería o participación ciudadana? ¿Acerca a los televidentes o se burla de ellos con material poco periodístico, sin chequear y de muy mala calidad?

Otros casos conocidos son los del tornado en Cañuelas en 2008, que América TV ilustró con imágenes de uno sucedido el año anterior en Canadá; el caso del ex jugador Fernando Cáceres, quien fue baleado y C5N e Infobae confundieron con el defensor de Boca Julio César Cáceres.

Imagen: Infobosta

Para evitar el comentario trillado que reza que estas cosas sólo pasan en Argentina, es bueno adelantarse y comentar que en España, TVE emitió como imágenes del terremoto de Haití un video que consiguió en Google, procedente de Youtube, que correspondía a una tormenta en Venecia. Además, la misma cadena ilustró un temporal de lluvia y nieve en Ciudad Real con imágenes de Maine –Estados Unidos-.

Imagen: BBC Mundo
El último es, quizás, el caso más complejo. Una institución que se supone referente de los servicios de seguridad del mundo, el Buró Federal de Investigaciones de Estados Unidos (FBI), utilizó una foto del diputado español de la Izquierda Unida Gaspar Llamazares para crear la imagen del líder de Al-Qaeda, Osama Bin Laden.

El FBI levantó la foto del diputado desde el buscador Google Images ¿Qué hubiera pasado si en lugar de tomar la imagen de un funcionario público, se hubiera tomado la de un desconocido? ¿Qué respaldo tendría cualquiera de nosotros para sostener en un aeropuerto que no somos Bin Laden?

Imagen: BBC Mundo



Parece que los rasgos de Llamazares gustaron a los investigadores estadounidenses, ya que también utilizaron su cabello para ilustrar la reconstrucción digital al día de hoy de otro miembro de esa organización, el libio Atiyah Abd al-Rahman.


La conclusión es tan clara como peligrosa. En la carrera por informar antes, la velocidad atropella a la veracidad y el avance de las comunicaciones permite que los errores se reproduzcan y multipliquen exponencialmente por el mundo en poco tiempo.



De esta forma, queda claro que las instituciones que nos informan y, supuestamente, protegen son mucho más improvisadas de lo que imaginamos, por lo que no podemos sentirnos seguros ni informados ¿Será ése el real “drama de la inseguridad”?