“La palabra ‘vergüenza’ comienza a escribirse en todos los idiomas. Lo que aparece ante los ojos de la prensa extranjera se asemeja a Haití o Ruanda, ¡¡¡Pero es Estados Unidos!!!”. Así avanza la pluma de Hinde Pomeraniec por las páginas de Katrina, el imperio al desnudo, como una topadora que derriba los mitos sobre el sistema efectivista del país más poderoso del mundo.

La periodista deja al descubierto las fallas humanas, las miserias y las debilidades institucionales de Estados Unidos a partir del huracán que devastó el sur pobre y olvidado entre agosto y septiembre de 2005 y por el que murieron 1.836 personas, mientras más de 700 permanecen, aún hoy, desaparecidas.

Se dice que las catástrofes naturales no pueden ser evaluadas al margen del marco social y político en que se producen. La editora de la sección El mundo del diario Clarín deja claro cuáles eran las condiciones de los estados de Louisiana, Mississippi y Alabama: “ya eran un polvorín cuando golpeó Katrina”, asegura.

Pomeraniec maneja los tiempos del texto como Riquelme los hilos de Boca. No se deja avasallar por la abundante –y escalofriante- estadística, mucho menos por la cuantiosa información que brinda el libro –más allá de su lomo raquítico- y, cuando el lector está lo suficientemente conmovido por el relato humano, da el golpe de knock out con la soberbia frialdad de los números indiscutibles que sostienen la imagen desesperante que ilustra la licenciada en Letras y conductora de Visión 7 internacional.

La autora no ahorra ejemplos para explicar que existe un racismo estructural. Así da cuenta del llamado Experimento Tuskegee, que se anticipó por una década al nazismo y “mantuvo por cuatro décadas sin tratamiento a 400 personas de raza negra portadores de sífilis, sólo para ‘evaluar el desarrollo de la enfermedad’”. También de la reacción del legislador republicano Richard Baker, quien reflexionó sobre el saldo de Katrina: “Finalmente se pudo limpiar la vivienda pública de Nueva Orleans. Nosotros no pudimos, pero Dios sí”.

El trabajo es profundo y comprometido con la situación de las víctimas. La autora no se queda en la denuncia, sino que busca las respuestas a través de la historia sociopolítica del país. “(George W.) Bush no habló a los daminificados como compatriotas, sino que se dirigió a ellos como si se tratara de seres injertados en el país o refugiados extranjeros a los que hay que ayudar”, analiza luego de citar un discurso del por entonces Presidente a la población de Nueva Orleans en el que les aseguró “que toda nuestra nación se interesa por ustedes y que no estarán solos”.

Pomeraniec hace al lector cómplice del horror del que acaba de enterarse y lo invita a una reflexión. “Los golpeados por el huracán fueron los caídos del capitalismo”, concluye y detalla: “Los tres estados más golpeados tienen altos índices de desocupación, pobreza y encarcelamiento” y continúa, “ellos no representan a la nación exitosa que busca exportar su receta democrática al mundo”.

El pasado 22 de abril, una plataforma de la británica British Petroleum se hundió en el Golfo de México y el petróleo derramado ya alcanzó la costa de Louisiana. El presidente Barack Obama, quien construyó sus discursos en las antípodas de George W. Bush y, además, es afrodescendiente, deberá rendir cuenta ante una población castigada y desconfiada por el desastre ecológico y las consecuencias que económicas que podrían existir. Al respecto, Pomeraniec sintetizó: “Obama está en problemas”.

La foto de Hinde es de Eterna Cadencia.